Edgar Fonseca, editor/Foto BBC Mundo
Habrá un antes y un después, y nada será igual como hasta hoy.
Ni está claro aún en el horizonte cuándo y cómo vendrá lo peor y cómo lo transitaremos.
Pero el shock que la pandemia del coronavirus desata en nuestras “estables realidades” repercute con una intensidad sísmica, de magnitud 8 y más.
Su onda expansiva nos arrolló.
La creímos alejada, hundida, en el lejano Oriente.
Pero son tiempos de interconexión global y, para bien, o, en este caso, para mal, aunque el implacable régimen chino la aisló a sangre y fuego en Ubei, lo vulneró y la epidemia de los siglos se propagó descontrolada.
Ni los más poderosos se salvan.
Nada que sorprendernos en nuestras latitudes.
Hasta ahora la respuesta interinstitucional del país ha sido inmediata, oportuna, sobria , sin estridencias populistas ni autoritarias, como en las cercanías.
Son muchas las lecciones por extraer en estas horas de pausa forzada en el vértigo de nuestros días.
Mucho que aprender:
-para quienes se llenan sus bocas en estas horas con el “estado solidario”, tengan en cuenta que algunas de esas instituciones insignia en esta emergencia están al borde de su colapso dada la voracidad de privilegios escandalosos que dilapidan recursos que deberían estar reservados para trances como estos
-ni hay tal fantasma privatizador con el teletrabajo. Después de la tormenta será ineludible un exhaustivo balance de la conveniencia de la aplicación de su modelo en tiempos de crisis y en tiempos de normalidad tanto en el sector público como en el privado
-tampoco hay fantasmas que temer con la satanizada flexibilización de horarios y jornadas laborales a la que algunos se oponen a ultranza. La emergencia desafía a todos a buscar opciones y esta es una al alcance en el crudo escenario que se avecina Lo otro es cerrar y causar más daño social.
–Hora de solidaridad. Son “tiempos de guerra”, como bien dice el líder francés Macron. Y, como tal, son tiempos para ejecutar decisiones cruciales.
Y vienen tiempos de reconstrucción…
La responsabilidad de los líderes políticos es mayúscula.
Igual la de cada uno de los demás grandes actores sociales.
El país debe prepararse para un “gobierno de reconstrucción nacional”.
Ojalá lo entienda el presidente.
Y, si de ejemplos se trata, el sector empresarial debería de ser el primero en dar un paso al frente de solidaridad en medio de esta tempestad.