Yoani Sánchez, editora 14ymedio.com, La Habana
Nací y pasé parte de mi infancia en una cuartería de Centro Habana. Recuerdo aquellas noches de irme a la cama y sacudir de las sábanas el polvo que caía de los techos deteriorados. También me acuerdo del cuidado al subir las escaleras porque un trozo de pared amenazaba con desprenderse, de los palos que apuntalaban algunas zonas y del olor permanente a humedad y aguas albañales que salía de las tuberías en mal estado.
La incertidumbre que genera haber vivido en esas circunstancias se queda para toda la vida. Es un sobresalto que se instala mientras duermes; un ojo abierto que nunca se cierra porque el repello de un muro puede terminar sobre tu almohada y, también, un dar las gracias cuando amanece y aún respiras. Ahora mismo, en esta ciudad y en este país, hay miles de familias que acuestan a sus hijos sin saber si habrá un mañana porque una viga puede ceder, un techo colapsar o un arquitrabe venirse abajo.