Los magistrados acatan, finalmente, la ley… como debió ser desde el primer día

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Edgar Fonseca, editor

Finalmente, tras un año de obstinada e injustificada resistencia, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia anuncian que ajustarán los pagos salariales y de la cesantía del Poder Judicial tal como lo ordena la ley fiscal que rige para todos los ciudadanos.

Con esta tardía decisión comunicada el lunes, y de la que la opinión pública desconoce como la alcanzaron, en medio del chantaje de las castas sindicales, los magistrados acatan lo que les debió de ratificar por “altavoz” la Contralora General ante su empecinamiento.

La ley fiscal, de crucial aprobación en su momento para el país y que, visto está, no será la única vía de oxigenación para las deterioradas finanzas públicas, rige para todos.

Los magistrados aferrados, atados, a sus cuestionados privilegios, naufragaron en el espejismo de un inexistente choque de independencia poderes, superado con los mandatos de la Contraloría y con la decisión de Corte Plena.

Quizá, en esta tardía decisión incidió el brutal golpe que sufrió, a lo largo de este tiempo, la imagen y la credibilidad de una institución crítica para el país.

Una institución que, como la judicial, debió ser la primera en dar el ejemplo.

Los magistrados libraron una batalla, “sin cuartel” y sin futuro, que les llenaba de réditos con las huestes gremialistas, pero que los exhibió crudamente ante una sociedad que, con reconocida madurez, asumió su tremenda cuota de sacrificio.

Los magistrados gastaron hasta el último cartucho en torpedear la aplicación de la ley.

Hasta desafiar el mandato de la Contraloría.

Lo minimizaron.

Lo deslegitimaron.

Lo censuraron cual “cuasi acción policial”.

Somos intocables, dieron a entender, a pesar de la indignación pública.

Craso error.

Hagan lectura de este penoso episodio otros actores del acontecer nacional.

Hagan lectura del costo que han pagado los magistrados y, por arrastre, el sacrosanto Poder Judicial.

Punto final– Los rectores, otros intocables, deben poner sus barbas en remojo.

Siguen en rebeldía. 

Deberían ser los siguientes en dar el paso que, muy a “revienta cincha”, dieron los magistrados. 

No son amos ni señores de feudos inexpugnables, ni son islas independientes.

Cumplan la ley. Punto.