Tico residente en Suecia: “aquí nos dicen que actuemos conforme nuestra conciencia”

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Edgar Fonseca, editor/Foto cortesía Milton Román

El costarricense Milton Román, de 61 años, lleva 27 de residir en Suecia y 70 días de estar bajo alerta sanitaria por la pandemia del coronavirus que en esa nación, ejemplo mundial de competitividad e innovación, cobraba hasta este Viernes Santo, 870 muertes.

Pese a la elevada cifra de muertes, y a emergencia local e internacional, dice, las autoridades de dicho país recomiendan a los ciudadanos, “actuar conforme su conciencia”. Sin imponerles, por ahora, mayores restricciones en sus quehaceres.

A su esposa, una doctora, Román cuenta que los jerarcas le permiten ejercer su oficio vía teletrabajo. Ya lleva tres semana en ello lo que puede prolongarse en el tanto no se demanden sus servicios.

En su caso, una firma automotriz para la que labora, le redujo la jornada laboral de lunes a jueves, como parte de algunas medidas que han sentido sin llegar a extremos

Pueden salir de sus residencias, sin mayores restricciones, relata.

Suecia reportaba hasta este viernes 10 de abril: 9.685 contagios confirmados y 381 casos recuperados, según el Johns Hopkins Medicine & University de Baltimore, EE.UU.

Apuesta arriesgada

Milton vive en Upsala, la cuarta ciudad más grande, en una nación, sétima en el “top 10” de la competitividad mundial, según el World Economic Forum, con un per capita de aproximadamente $51.164 a 2017.

En un informe titulado La “arriesgada” apuesta de Suecia de luchar contra el covid-19 protegiendo la economía y la libertad ciudadana, la cadena BBC Mundo detalla las razones oficiales para asumir esta posición ante la pandemia.

“La estrategia del gobierno sueco es inhibir la propagación del virus, proteger a los grupos vulnerables y no sobrecargar el sistema de salud, pero al mismo tiempo el gobierno quiere reducir las consecuencias económicas y (proteger) a nuestras industrias con diferentes paquetes de estímulo del Ministerio de Finanzas”, dijo a BBC Mundo Maja Fjaestad, viceministra de Salud de Suecia.

A la conciencia de cada quien

En tal entorno, confirma Milton, las indicaciones oficiales, hasta ahora, van dirigidas a que la gente haga una vida normal dentro de la anormalidad interna y externa provocada por la pandemia.

“Estamos bombardeados por las noticias”, cuenta.

“Pero se le deja a la gente actuar conforme lo que diga la conciencia de cada quien”, reconoce.

Si desea salir, puede hacerlo. Sino igual.

Las precauciones, añade, se enfatizan para quienes estén enfermos o muestren algún síntoma de resfrío. A ese grupo de personas se le pide que no salgan a las calles.

Quienes menos hacen caso de las advertencias son los jóvenes, un sector al parecer no tan vulnerable a la pandemia.

Pero ya las autoridades empezaron a cerrar bares, teatros, discotecas, y restringen actividades con presencia de más de 50 personas.

En su tiempo de vivir en Suecia, Milton no recuerda tanto impacto por un virus como en esta ocasión, aunque sí lo hubo durante el periodo del virus de las “vacas locas” que brotó en Inglaterra en 1986 y se confirmó en un ser humano en 1996, y por el virus SARS en 2006.

Quieren evitar un colapso generalizado

Según su relato, las autoridades suecas justifican su respuesta ante la amenaza sanitaria en que no desean un colapso súbito del sistema hospitalario.

Van atendiendo gradualmente los casos, conforme se presenten. La mayoría de víctimas mortales, dice, han sido adultas o adultas mayores.

“El sistema de salud es moderno. De primer nivel. Ahora los hospitales los restringen solo a emergencias. Las operaciones las posponen. Le dan prioridad a los casos del coronavirus”, detalla.

Pero no aplican, por ahora, una restricción más rígida a la circulación de personas o de vehículos. Tampoco la descartan.

“Se puede ir al comercio, a los parques”, dice.

“Se puede caminar sin restricciones, hasta ahora”, cuenta.

“Hay servicio de taxis y de buses”, añade.

Lamenta que espacios como los teatros y las discotecas empiecen a cerrar.

Y confirma que algunas empresas igualmente e industrias han cerrado debido a tropiezos en la cadena de suministros.

“Cientos de viajeros han cancelado sus viajes. Hay agencias en quiebra y las aerolíneas la están pasando muy mal. El gobierno está inyectando mucho dinero a las compañías privadas”, dice.

Sin ningún control

Dejados a su libre arbitrio, ¿quién controla la condición de cada quién?

Milton dice que no hay vigilancia policial casa por casa como en Italia o España.

Pero las autoridades anunciaron que emprenderán un programa masivo de pruebas de covid-19. Harán unas 100 mil pruebas por semana.

“Le darán prioridad a los que trabajan en hospitales, a los que cuidan enfermos, luego seguimos nosotros”, relata.

Y su esposa que trabaja en la ciudad de Ghotenburg, costa oeste, a 500 kilómetros y siete horas en dos servicios en tren, de su sitio de residencia, espera a que la “curva” de la epidemia empiece a aplanarse para retornar a su centro laboral. O espera a que, como a los militares, la llamen para ir al frente de atención.

¿Más ticos por allá?

-De Latinoamérica muy pocos. Solo sé de otros dos ticos. Chilenos sí, llegaron asilados de la era de Pinochet.

Es un país muy cosmopolita: árabes, asiáticos.

¿Y como se siente?

-Nervioso. Consciente que a todos nos va a dar esta cuestión. Consciente de no contaminar. Aunque yo no sé si lo tengo o no, evito contacto, como en mi trabajo una distancia mínima de dos metros”.

En tal estado de cosas, admite, uno se siente uno feliz, de momento.

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