Jorge Corrales, economista *
Hace creo que unos tres meses, plantee lo siguiente.
Suponga que soy cardíaco y que se me hizo un examen del covid-19. Al darme el resultado (este es un cuento usado para describir la duda; gracias a Dios, a hoy, no lo tengo), se me dijo que estaba contagiado. Del susto me dio un infarto y pregunté que cuál era la causa de mi muerte: si mi problema cardíaco o por el virus.
Averigüé que existían manuales técnicos médicos que permitían valorar adecuadamente -me imagino que en lo forense- la razón que, en última instancia, habría causado la muerte. Pero, francamente, me costó entender las clasificaciones de muertes por covid-19 que, en cierto momento, se hicieron en Estados Unidos. Aquí tan sólo nos han dado los números, sin esa confirmación. En aquel caso, hubo reclasificaciones de muertes para llegar a un número que más adecuadamente mostrara la crucial tasa de mortalidad de este virus (en mi mente pensé que el año entrante, cuando salgan las cifras de mortalidad en el país, habría una tasa mucho menor que la del pasado en muertes por el corazón o el cáncer, y más por el covid, debido a la duda de mi pregunta inicial, tal vez debido a malas clasificaciones).
Por eso, me interesó mucho al leer en la Nación del 4 de julio, en el artículo titulado “Comisión de Salud investigará decesos asociados al coronavirus,” que el ministerio de Salud exploraría el tema para discernir con claridad cuáles de las muertes que pueden haberse dado en el país de personas que tenían el virus, pero viendo con exactitud si ese fue la causa de la muerte. Este es un propósito muy adecuado a la luz de la importancia que tienen las mediciones exactas (y su sentido) de una serie de elementos de esta pandemia; particularmente, la incidencia de ese virus en la mortalidad, en lo que se conoce como tasa de mortalidad o tasa de fatalidad (con algunas variaciones, pero vale para el comentario).
Ese anuncio hecho en su momento por el ministro de Salud, Dr. Salas, me pareció muy conveniente, pero en la información periodística se apunta algo que no me agrada mucho: no está claro si será un organismo independiente, calificado, de profesionales conocedores especializados en estos asuntos, sino que se “reactivará una comisión… parecida a la que se integró en el 2009, cuando se atendió la emergencia provocada por la AH1N1.”
No soy amigo de comisiones para todo, pero me parece que este caso lo amerita, con un caveat: que debe ser un cuerpo totalmente separado del ministerio de Salud, en donde no haya presiones, en uno u otro sentido, para obtener “ciertos” resultados que pueden ser deseables para fines propios de personas, sino para determinar exactamente cuántas muertes fueron causadas directamente por el virus y no por otra razón.
Ya sé; me saldrán diciendo que si es que no confío en tal o cual, pero, debo decirles que, en estos casos, es mejor no sólo parecerlo, sino serlo. Ya hemos visto experiencias, diré que de muchos otros lados, de autoridades que dicen una cosa y otras dicen otra, no sólo pudiendo reflejar diferencias técnicas (en estas cosas no hay una sola y única “ciencia,” sino interpretaciones más o menos buenas de científicos), sino hasta intereses políticos entendibles. Pero, a mí lo que me interesa es conocer la estadística lo más limpia que sea posible y no dudo que también para quienes están en el diseño de políticas, que uno esperaría que sean juzgadas por su efectividad, y no por su buena voluntad.
- Fuente: Facebook Jorge Corrales Quesada