Los mandaron a “matarse”…

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STOCKHOLM 2020-05-07 Svenska Dagbladet har följt livet på IVA på Södertälje sjukhus under coronakrisen 2020. Nytt läge för patienten, teamet ska genomföra en trakeotomi. Foto: Staffan Löwstedt / SvD / TT / Kod: 30312 ** OUT DN, Dagens Industri (även arkiv) **

Edgar Fonseca/Google Images

Jamás olvidaré aquel titulón en enormes letras negras sobre un sangrante fondo blanco del diario La Prensa de Managua, la tarde del 10 de enero de 1978.

“Lo mandaron a matar”, tronaba aquel título con la infame noticia de la ejecución, por sicarios, del periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, director de La Prensa, convertido en la mayor trinchera de enfrentamiento a la dictadura somocista.

Aquella tarde, todo el mundo supo, hasta el dictador, a quien iba dirigido aquel titulón.

El magnicidio fue el detonante del fin de la dinastía.

El dictador tenía los días contados.

Y huyó la oscura madrugada de un 18 de julio de 1979.

Pero un explosivo RPG lo alcanzó –cuanta ironía–, mientras circulaba por las calles de Asunción, Paraguay, un 17 de setiembre de 1980, tras apenas un año y semanas de exilio dorado.

Los mandaron a “matarse”…

Evoco aquella escena, ante las imágenes en las últimas horas de unos cuantos incautos –enviados, manipulados, muy mal aconsejados por cierto–, a quejarse en las calles contra la pandemia.

“No hay pandemia”, vociferaban cuatro o cinco gatos, azuzados por intereses perversos en un día en que el drama de la mayor epidemia de nuestra generación se mostraba con saña en el país con cuatro muertes en menos de 24 horas, con 440 nuevos contagios, con 161 pacientes empezando a hacer presión en los hospitales y con 30 de ellos en cuidados intensivos.

“No hay pandemia”, les mandaron a gritar a estos pobres diablos a todo galillo mientras un país entero soporta preocupado el pico más amenazante de la epidemia…

Junto a la peste sanitaria, hay otra pandemia a la que nuestra opinión pública debe estar muy atenta.

La pandemia de la desinformación, de las fake news, de estas seudomanifestaciones con propósitos evidentes de sembrar caos, confusión, desorientación.

No les basta a algunos con la tensión, la preocupación y la creciente necesidad en nuestra población, sino que andan de carroñeros.

Pero no dan la cara.

No tienen la hidalguía de desnudarse, de retratarse, de que el país sepa, finalmente, quienes son.

Mandan a otros… a “matarse”.

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