Edgar Fonseca, editor
Ninguna anterior emergencia había desafiado la lógica de decisiones con tanta severidad como la que plantea la pandemia del nuevo coronavirus.
Desde cualquier ángulo que se le mire, ni las instituciones, ni las empresas, ni los entes regionales, ni los globales, estaban preparados para la ola de implicaciones, para la convulsión, para la devastación sanitaria, económica, política, social, que va dejando a su paso esta tempestad.
Y no hay futuro cierto, todavía.
Países que creían superado lo peor del virus, sobre todo en Europa, vuelven a cerrar filas, a adoptar mayores restricciones ante la persistente amenaza de la enfermedad.
Autorizan tímidos regresos a clases en medio de zozobra.
Reabren actividades comerciales, conscientes, todos, que el enemigo, no tan invisible, anda suelto, disparado, dispuesto a aguijonear cuándo, dónde y con quién menos uno imagina.
En nuestro país entramos a este setiembre patrio, con los dedos cruzados, ante las advertencias de que puede ser un periodo de exigencia mayúscula para el sistema de salud.
Cruzamos los dedos para que no colapsen las unidades de cuidados intensivos ni los cada vez menos restantes pisos y salas disponibles en hospitales.
Cruzamos los dedos para que se salve la mayor cantidad de pacientes.
Para que, al fin, esta peste implacable, que parece infinita, interminable, nos dé un respiro.
Por eso se recibe con alivio la propuesta de acortar la próxima campaña electoral al mínimo.
Es que ni siquiera hay certeza, a pesar de los cronogramas, tan pulcramente estampados por el TSE, de que pueda realizarse una campaña bajo la “nueva normalidad” que nos aguarda, que nadie se atreve a dibujar o a predecir con certeza confiable.
Son tiempos excepcionales.
Los partidos deben de dar pasos como tal.
Acortar la campaña, reducir al mínimo los gastos, son decisiones de mero sentido común político en medio de esta emergencia.
Punto final-Tres excelentes noticias: la creación del nuevo parque logístico empresarial en Moín, la recontratación de personal de Vicesa en Cartago y el anuncio de Sykes de crear 600 puestos de trabajo en Liberia en los próximos 18 meses.
Si algunos no entienden dónde está “la gallina de los huevos de oro” para la recuperación económica, estos emprendimientos desde el rico sector productivo, les pueden dar luz y guía.