Edgar Fonseca, editor
El gravísimo paso dado por unos líderes empresariales de sentarse a dialogar, reconocer y legitimar a los promotores de la mayor ola de violencia y vandalismo de tiempos recientes, merece total repudio.
A los sediciosos no se les legitima.
No se legitima a quienes muestran un menosprecio absoluto por la institucionalidad del país.
No se legitima a quienes atacan con bombas incendiarias a las autoridades instituidas.
No se legitima a quienes agreden impunemente, un día y otro, a miles y miles de ciudadanos con los ilegales y arbitrarios bloqueos viales.
No se legitima a quienes amenazan con “levantar” al país si no se cede a sus imposiciones y chantajes.
No se debe dar carta blanca a quienes no creen en la vía democrática del diálogo.
Lo que procede es someterlos, cuanto antes, a los tribunales.
Que rindan cuentas como promotores de una amenaza mayúscula a la seguridad nacional y a la estabilidad del país.
Lo otro es hacerles el juego.
Es arrodillarse ante su temeridad.
La temeridad de unas cuantas momias que usufructúan en estas horas del descontento social.
No hay que caer en la trampa, como, lamentablemente, cayeron unos líderes empresariales.
Esta aventura sediciosa, parchada de lucha social, no debe quedar impune.
Al país hay que salvarlo del caos.
¡Es ahora o nunca!