Edgar Fonseca, editor
¿Comparecencia con todos los rigores y formalidades o show político?
He ahí la disyuntiva a la que se aboca la Asamblea Legislativa ante el citatorio al presidente de la República para que rinda declaración por el polémico caso UPAD.
Sujeto los hechos de instrucción judicial formal por parte de la Fiscalía General, las movedizas arenas legislativas son el otro escenario en que se dirimirá la suerte de este desafortunado episodio de gestión presidencial.
Pero si, conforme nuestro estado de Derecho, se espera que la luz y la verdad surjan de los estrados judiciales, y en última instancia de la Corte Suprema de Justicia, por tratarse de un caso en que el indiciado es el jerarca de un supremo poder, las dudas se propagan –como la covid-19–, de los propósitos ulteriores en el redondel politiquero.
Surcamos por el año electoral más complicado de tiempos recientes.
No hay en el horizonte una sola figura, un solo líder, un solo dirigente que genere confianza, que aglutine voluntades mayoritarias.
Los partidos parecen naves a la deriva.
PLN y PUSC andan enfrascados en luchas callejeras, “minimalistas”, cantonales, a ver cuál caza más votos de alcaldes.
Sin proyección, ni dimensión o visión nacional… cuando más sensatez y lucidez se necesita.
El PAC rema para llegar a puerto sin zozobrar.
Y los minoritarios transitan parchados unos de demagogia, otros de fanatismo o populismo y no pocos de inescrupuloso cálculo.
En este contexto y mientras el tema nacional crítico fiscal parece postergado, la Asamblea se debate en las banalidades de una comparecencia en la que, de seguro, muchos huelen sangre en mar abierto.
No importa dónde.
Si en Zapote o en Cuesta de Moras.
Lo que importa es que la comparecencia guarde los rigores, las formalidades, la seriedad que la investigación de este grave caso amerita.
Que no se convierta en el show politiquero rompe fuegos del año electoral.
¿O es que algunos piensan que dicho acto les sirva de despegue a sus campañas?