Luis Rojas Coles, periodista *
Aún recuerdo la muerte, mediante el disparo de un arma de fuego, de un conocido y estimado médico costarricense.
Ese profesional fue asesinado por un buen hombre, sí, un hombre trabajador y humilde que un lejano y trágico día de octubre, de tarde gris, de lluvia y de tristeza, tomó la peor decisión de su vida cuando su alma estaba llena de ira, de rencor.
Al doctor le golpearon su vehículo. Él solo se bajó y le dijo al infractor “Diay señor, qué le pasó…”
El disparo resonó por todo el puente de Los Incurables, por todo Aranjuez y por todo el país.
El doctor cayó muerto producto de un disparo de un hombre que había tenido un mal día y que venía triste por un problema familiar, de esos, que todos los días nos acosan.
Traigo la pequeña historia a esta pantalla sin detalles pues han pasado, creo, más de 20 años.
El infractor pasó cárcel, allí se dedicaba a cocinar para los reos y demás. Falleció, me dicen, hace como tres años.
Sin embargo, cuando vemos a una dama “tirando” su carro contra unos ciclistas, cuando vemos a un señor “tomado” de pies a cabeza, por una furia incontrolable agredir a golpes a otro señor.
Cuando vemos a una mujer agrediendo, supuestamente, a un anciano en plena vía pública y otros tantos incidentes pavorosos que muestran, por lo general, las redes sociales y que luego la televisión se encarga de llevarnos a nuestras casas, debemos preguntarnos si realmente estamos actuando con mediana sensatez.
Excusas, las que ustedes quieran, pero esta ira callejera nos puede llevar, en cualquier momento, a una verdadera vorágine de violencia inatajable.
No permitamos que nuestras calles, que ya de por sí muestran los signos de la preocupación, de la pobreza y hasta la desesperación, se terminen de llenar de ira.
- Fuente: Facebook Luis Rojas Coles