Ólger Villegas, escultor del monumento a las Garantías Sociales, y el rescate de una obra histórica

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Doriam Díaz, Casa Presidencial/Foto Julieth Méndez, Presidencia

El 15 de setiembre de 1993, el artista costarricense Ólger Villegas llegó a la rotonda de Zapote feliz y lleno de orgullo por el recién inaugurado Monumento de las Garantías Sociales. 25 años después, en setiembre de 2018, regresó con lágrimas y decepcionado para contemplar los daños provocados por un accidente mortal a su conjunto escultórico. Hoy, el escultor de 86 años vuelve satisfecho y contento porque las obras en bronce retornan, recién restauradas, a recordarle al país un hito en la historia costarricense.

En esta entrevista, el artista ramonense, que obtuvo el Premio Magón en 2010, conversa sobre el significado de esta obra que convirtió a Costa Rica en un país diferente, el esfuerzo agotador que le demandó su creación durante dos años y medio, el descuido en que estuvo el conjunto escultórico y lo agradecido que está con el Gobierno por darle una nueva vida al Monumento.

¿Por qué es significativo que este Monumento vuelva restaurado a la rotonda de Zapote?

–Es muy importante. Este monumento fue hecho para celebrar un acontecimiento que ha sido un hito en la historia social de Costa Rica. Las Garantías Sociales convirtieron a Costa Rica en un país diferente. Las Garantías Sociales son obra del gobierno del doctor Calderón Guardia, porque él se echó encima el costo político de eso. Claro, hay que ser conscientes de que hubo una serie de personajes en la época que fueron fundamentales para que se llevaran a cabo.

”Tuve la dicha de realizar el monumento. Al inicio, el Monumento tenía más elementos, pero por falta de presupuesto se tuvo que simplificar o sintetizar a los tres grupos que vemos ahora. Debido a la trascendencia para el pueblo costarricense de este hecho histórico, fue tan importante dedicarme dos años y medio a este trabajo. Lo hice con todo el cariño y, por eso, fue tanto mi dolor al ver los daños que le causó el accidente”. 

–¿Qué significó para usted este proyecto? 

–Siempre he querido y respetado mucho, con todas las inconveniencias y vaivenes, al doctor Rafael Ángel Calderón Guardia porque creo que fue ilustre pensador, estadista de primera e hizo en cuatro años una obra inconmensurable. Le puse mucho cariño y amor a este trabajo porque quería retribuir con mi trabajo algo de lo bueno que hizo en favor del pueblo de Costa Rica. 

”Fue un trabajo muy laborioso porque trabajaba en varios talleres en México a la vez. El modelado de las maquetas del Monumento se hizo aquí. Los yesos me los llevé a México y los repartí en varios talleres que iban trabajando a la vez. Tenía que ir a todos a trabajar”. 

–Usted siempre lo recuerda como un trabajo agotador y laborioso. ¿Se refiere a lo físico, a lo emocional o a lo artístico? 

–Sí, fue desgastante físicamente mil por mil. Además, tenía una situación que lo hacía más complejo: mi mamá estaba muy grave. Cada vez que llamaban de Costa Rica, sentía que me iban a dar una mala noticia. Fue una cosa muy ingrata la que viví. Soy fiel creyente en Dios, así que le pedí que me diera la oportunidad de terminar y que mamá no se muriera. Y se me hizo el milagro. Quedaron listas y embaladas; las fuimos a dejar porque esas piezas vinieron por vía marítima. Regresé a Costa Rica un sábado y pregunté por mi mamá a mi hermana, que me dijo que estaba bien, tranquila. Le dije que iba a descansar y que el domingo iba a misa y a verla. Estando en misa llegó una sobrina a decir que mamá se puso malita; tuve el presentimiento de que ya había fallecido. Cuando llegué, ya tenía media hora de muerta; no la pude ver viva. Son cosas que a uno le suceden y se siente uno perro. Se hizo el sepelio de mi mamá y, a los 8 días, llegaron las piezas de México. 

–¿Qué sintió aquel 15 de setiembre de 1993 al ver el Monumento inaugurado en la rotonda?

–Me gustó muchísimo ese día. Me sentí muy feliz. Aparte de las personalidades, hubo mucha gente del puro pueblo, que se desprendieron de donde estaban y vinieron a abrazarme y felicitarme. Sentí una gran satisfacción. Le pedí mucho a Dios que se conservaran las piezas para conmemorar y simbolizar un hecho tan importante para la vida del país como las Garantías Sociales. 

–Si bien es cierto el accidente del 2018 le causó el daño más grande, usted venía denunciando o hablando del mal estado del Monumento desde años antes de eso…

–Sí, sí. Hay una cosa muy importante que la gente debe saber: todo monumento de bronce y todo monumento de mármol o de cualquier otro material tienen que ser revisados periódicamente. En el caso del Monumento de las Garantías Sociales, hay que estar revisándolo cada 7 o 10 años porque el movimiento, el cimbre del paso de los carros, van meciendo las figuras, aunque las piezas sean tan pesadas. 

”Estas esculturas son hechas en taceles, fracciones que se van juntando hasta armar el rompecabezas. Las partes se van soldando; luego se van alisando las costuras de la soldadura para que quede como ver una sola pieza. Es precisamente en esos lugares donde se van reventando las figuras. En algunos resquicios o algunos rinconcitos de la figura, se van abriendo las partes que fueron soldadas; entonces, se mete el agua y el agua produce corrosión. Esto provoca que se abra y abra más hasta que se ven hendijas grandísimas. Hay monumentos que se caen; por eso, hay que estarles dando mantenimiento y haciendo revisiones. 

”Lamentablemente, el Monumento de las Garantías Sociales fue puesto en un lugar muy húmedo. Luego del accidente, cuando fui a revisar, noté que había mucha herrumbre. 

”El Monumento estaba totalmente descuidado. Cuando me llamaron los restauradores, me dijeron: ‘Mire maestro, venga para que vea como estaba ese monumento por dentro’. Estaba totalmente averiado. Ellos cambiaron piezas: toda la parte abajo se la cambiaron. Lo que me molestó a mí fue que, en una ocasión en el pasado, me dijeron que había una junta de restauradores del MOPT que iba a restaurar el Monumento de las Garantías Sociales; me extrañó, pero yo tenía que aceptar. Y lo que hicieron fue ponerle pasta y pintarlo. Eso se vino a descubrir ahora: cuando estos restauradores quisieron buscar el color de la pátina no lo encontraron porque lo que había era pintura anticorrosiva. Eso no se hace; a mí me pareció una ruindad”.

–Al terminar el proceso de restauración, usted vio las piezas. ¿Qué le pareció el trabajo? ¿Cómo quedaron?

–Las piezas están muy lindas, quedaron muy bonitas. Yo las pude ver, claro que sí: ellos (los restauradores) me llamaron. Me pareció muy bien porque, acuérdate de una cosa: hubo cosas que hubo que hacer de nuevo. Lo único que hice yo allí (ahora) fue el martillo, que nunca apareció. Luego del accidente, llegan los mirones y, entre los mirones, siempre llega un tipo que se apechuga con un pedazo de bronce porque luego va y lo vende. Se perdieron varios fragmentos, así que los restauradores tuvieron que cortar y subsanar. Hicieron un trabajo increíble porque cuando yo vi las piezas tras el accidente, me imaginé que tendría que volverse a modelar de nuevo alguna de las piezas. Sin embargo, ellos enderezaron la mano de una manera que yo me quedé asustado. Todo fue muy bien realizado.

”Lo único que hice fue recomendar a los restauradores, porque yo ya no me puedo subir en un andamio ni estar ahí haciendo equilibrio. Estoy muy mal de las piernas y de los brazos porque me caí de una plataforma bajando un coche; casi me mato. Te estoy hablando porque Dios es muy alcahuete, pero ese día fue para matarme: caí de cabeza entre el caño de la casa”.

–El martillo que volvió a hacer es el del hombre en el conjunto de la vivienda digna, ¿cierto?

–Exactamente. El original nunca apareció. Hice un martillo de bronce de 35 centímetros. Se hizo con otra técnica diferente, pero no se nota la diferencia.

–Usted pensó que el Monumento se iba a perder, que no se iba a restaurar y quedaría guardado en una bodega. Estaba decepcionado e incrédulo…

–Esa fue la idea que tuve cuando vi aquel desastre. Me hizo recordar muchas cosas y sentí un dolor profundo.

–Sin embargo, le demostraron que sí se podía revivir el Monumento de las Garantías Sociales.
–Sí. Con el accidente, yo me sentí imposibilitado porque yo tengo 87 años y ya yo no me puedo encaramar en un andamio, ya no puedo martillar. Yo lo que hago aquí (en su casa en Heredia) es modelar, dibujar y escribir a veces. Cuando yo vi el daño, el brazo colgando de la escultura de la mujer y el martillo que no aparecía, dije: ‘Dios mío, cómo puede ser posible’. Y pensé que había que hacer de la cintura para arriba, pero cuándo lo iba a hacer y quién iba a pagar eso. Me puse a pensar en todas esas cosas y dije: esto es imposible.


”Agradezco profundamente al Presidente de la República y al Ministro Méndez Mata todas las finezas que se han tenido conmigo con los problemas del Monumento de la Garantías Sociales. Así es que a los dos no tengo con qué pagarles, sinceramente. También debo agradecer a Gerardo Hidalgo y a José Antonio Martínez, los dos restauradores, de la empresa Renoir y a su equipo; es una gente sumamente capaz”.

–¿Qué le falta en esta felicidad?

–A esta edad, ya lo que hice lo logré con muchas ganas. Como buen pobre que he sido, me quedé con las ganas de hacer muchas cosas, pero también hice muchas cosas que son importantes. Solo hubiera deseado haber dejado más obra monumental.