PuroPeriodismo/El Diario de Hoy, San Salvador-El domingo 9 de febrero, los salvadoreños fueron testigos de algo que parecía impensable en un país con la aspiración de consolidar una democracia: el presidente de la República, Nayib Bukele, lideró un operativo policial y militar en el Palacio Legislativo.
Acompañado de soldados y policías portando armas largas, Bukele ingresó sin invitación a la sede de un órgano de Estado, usurpó la silla del entonces presidente legislativo, Mario Ponce, y se puso a “orar”, no sin antes decir con tono amenazante que era claro “quién tiene el control aquí”.
Esta incursión intimidatoria, que el presidente posteriormente quiso disfrazar, fue la señal más clara -más no la única- de cómo el mandatario salvadoreño mira a los cuerpos de seguridad.
Hace dos años, Nayib Bukele prometió pasar la página de la posguerra. En el imaginario colectivo, estas palabras buscaban posicionarse como un compromiso del nuevo mandatario y de su gobierno con el futuro.
Sin embargo, la realidad de su gestión muestra un drástico retroceso de al menos tres décadas, si no muchas más, a un momento en que los cuerpos de seguridad servían para dar soporte armado a los caprichos del poder.
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