Especial PuroPeriodismo/Clarín, Buenos Aires/Foto Twitter Copa América
Ya está. Se rompió. Al fin. Se terminó esa sequía que anudaba pechos y astillaba corazones argentinos. Después de una peregrinación de 28 años sin títulos, la Selección Nacional volvió a gritar campeón y el sueño de Lionel Messi ahora es una realidad eterna. No hay karma. No hay maldición. No hay estigma que pueda con la poderosa fuerza de intentarlo una y otra vez, a pesar de las frustraciones, de las broncas, de las finales perdidas. Y eso hizo el mejor jugador del mundo al entender, cuando la tristeza no lo dejaba ver con claridad después del tercer cachetazo consecutivo, que de eso se trataba. De levantarse y encarar todas las veces que sean necesarias hasta que no den más las piernas. Esta vez con un grupo nuevo que le revivió su espíritu competidor y ganador. Esta vez el Maracaná sí será un buen recuerdo.
La Argentina dio el golpe: le ganó una dura final a Brasil por 1-0, le rompió la hegemonía en su tierra y se consagró campeón de la Copa América. El equipo de Lionel Scaloni fue de menor a mayor en el torneo y supo jugar el clásico como ameritaba ante los 2.200 hinchas que fueron testigos privilegiados de un partido histórico.
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