PuroPeriodismo/Foto diario La Prensa, Managua
- La desesperación de los nicaragüenses por conseguir una vacuna no les hace conscientes del riesgo de contagio que hay en las áreas habilitadas por el Gobierno
Managua-Llegué apresurada al Manolo Morales en búsqueda de la primera dosis de la vacuna contra la covid-19. A la 1:30 de la tarde, tomé un taxi bajo el inclemente sol, con la esperanza de aprovechar lo que parecía la gran oportunidad que estaba esperando desde el lunes, cuando en Managua se anunció el inicio de la inmunización de las personas mayores de 30 años.
Tomé mi bolso, decidí no almorzar para no perder tiempo y caminé apurada por casi un kilómetro desde mi casa hasta la zona céntrica de donde resido para conseguir un taxi que me llevara de urgencia al Manolo Morales. Estaba decidida a no perder esta oportunidad, que me parecía única: en los medios y redes sociales se propagó la información de que las casi infinitas «colas» en este hospital habían cesado a esa hora.
«Venite rápido, no hay cola», me animó aún más un conocido que desde temprano estaba adentro esperando su turno. En medio del caos y el embotellamiento, el taxi arribó cerca del hospital a las 2:00 de la tarde. El sol era un asador de piel humana. Las bocinas de taxis, buses y conductores particulares no paraban de sonar intentando circular por la estrecha vía que lleva a la entrada principal del Manolo. Varios policías intentaban agilizar el paso, pero parecía imposible, precisamente por lo estrecho del lugar.
Iba convencida de que era mi oportunidad de conseguir la vacuna allí, porque el Hospital Lenín Fonseca y el Bertha Calderón —que hasta ese momento habían sido habilitados en Managua— ya habían sido descartados como opción para vacunarnos no solo por la lejanía de estos respecto a mi residencia, sino porque en esos lugares «las largas colas» eran tan similares como en el Manolo.
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