Méndez Mata, gallo viejo…

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Edgar Fonseca, editor

Al ministro Méndez Mata le pueden tildar de lo que sea, menos de corrupto.

Salvo que un tribunal de la República lo sentencie en firme.

Por mucho, el mejor titular de Obras Públicas y Transportes en décadas, hasta que le estalló Cochinilla –como una candela de dinamita en pleno rostro–, Méndez Mata se incrustó a esta administración gracias a un gran pacto político inédito e iba camino de cerrar con máximos honores su vasto ciclo en la vida pública y política.

El destino le reservaba otro escenario.

El 14 de junio, con centenares de agentes OIJ y de Fiscales asestando uno de los mayores golpes contra alegada corrupción en la gestión pública, tan solo comparable con los escándalos presidenciales de 2004, el veterano jerarca y político quedó contra las cuerdas.

Su pecado capital: haber confiado a ciegas en una estructura corrupta hasta el tuétano, como él mismo lo admitió en una reciente comparecencia legislativa.

Volvió a dar la cara hace apenas unos días, tras seis meses de alejamiento de la vitrina pública y, junto a un mandatario fulminado en su imagen, palparon el ácido de los insultos y de los epítetos de la indignación popular, acrecentada tras cada investigación y revelación policial y judicial.

Igual le pasó al candidato que, en un desatino mayúsculo, se fue a tertuliar al Mercado Central, mientras el país hervía con la captura de seis alcaldes, cuatro de ellos PLN, sospechosos de actos de corrupción.

“Comprendo”, reaccionó Méndez Mata, desde la rotonda de La Bandera, resignado ante aquel eco de furia pública que hoy se propaga y lincha implacable por las redes.

A su vasta trayectoria y obra, la historia le añadirá este capítulo de desarrollo, implicaciones y desenlace inciertos.

Pero el viejo político, golpeado en su dignidad, se resiste a caer, a ser demolido, a ser dinamitado.

“Déjeme quitarme la máscara para reírme, porque usted dice que yo estoy molesto y, tal vez, la cámara puede percibir que no estoy molesto”, lanzó ante el interrogatorio de un bisoño diputado.

Gallo viejo…