Edgar Fonseca, editor/Foto Twitter Coldplay
Fueron 80 mil gentes.
Quizás muchas miles más.
Por dos noches, tras el desierto de la pandemia, volvieron a llenar de vida La Sabana.
Fueron convocadas desde muchos meses atrás por el despegue en San José del tour mundial Spheres of the World de la icónica banda británica Coldplay.
Y se congregaron en un orden ejemplar.
En un delirio espectacular.
“Showtime” tronó cada noche aquella banda que enloqueció a sus fans dentro y fuera del Estadio Nacional.
Un rito, una comunión, una identificación, que, como las tintineantes luces de cada noche, propaga interrogantes sobre cuán correspondida o distanciada se siente aquella fervorosa masa, de otros actores clave a su alrededor.
Showtime en el desierto de una segunda vuelta electoral salpicada por los dimes y diretes.
Bañada por el rencor de las redes.
Empapada en ataques.
En descalificaciones.
En intolerancia.
En el linchamiento del disenso.
En tu ejecución sumaria, “amigo”, si no estás de acuerdo conmigo”.
“Si no le das like a mi candidato”.
En la gratuita deslegitimación del statu quo.
En el espejismo de cambios mágicos.
En el embarrijo de “pomadas canarias” ya probadas.
O en el sopor del continuismo.
La multitud en “modo Coldplay” pareciera muy ajena a ese otro escenario, el de su cotidianidad.
Con las estridencias de cada noche refresca sus gargantas afónicas.
Desentumece sus sentidos.
Ajena, aunque sea por solo dos fugaces horas, al desierto en que deberá decidir su destino y el de la colectividad dentro de dos semanas en las urnas.