Carlos Loret de Mola, El Universal, Ciudad de México
El tiroteo del martes en la escuela primaria Robb en Uvalde, Texas dejó un saldo de 19 niños y dos adultos fallecidos. Con 21 víctimas, es el segundo tiroteo más letal en una escuela en la historia de Estados Unidos. Salvador Ramos, de 18 años de edad, anunció en internet sus planes asesinos, tomó un rifle AR15, disparó a su abuela que lo quiso detener y se dirigió a la escuela para acribillar a niños y con ello despedazar a una comunidad y a un país.
El rifle, que compró unos días antes, no alcanzaba los 500 dólares. Cuesta menos que una bicicleta o una consola de juegos Xbox profesional. A los 18 años en Estados Unidos eres menor de edad, necesitas una receta para comprar un antibiótico, te faltan 3 años para adquirir una cerveza legalmente, pero a los 18 años en Estados Unidos, Salvador tuvo acceso a armas de fuego y cartuchos. Y con ellos mató la historia de muchos niños que apenas comenzaban a escribirla.
En medio de una conmoción mundial, empezaron a brotar las preguntas equivocadas: ¿El atacante era mexicano? ¿Los niños eran de origen latino? ¿Cuál era su estatus migratorio? ¿De qué vive esa comunidad? ¿El atacante tenía problemas de salud mental? Estas preguntas son un terrible síntoma de la sociedad. Es un mal diagnóstico para la frontera que ya está muy lastimada por crímenes de odio, por represiones policiacas y polarización. Esto no es un tema de migración, de raza, de origen. No podemos dejar que se mezclen los temas.
Especial PuroPeriodismo: El Universal, Ciudad de México