Edgar Fonseca, editor
Con el único argumento de que se necesita desentrabar fondos por $153 millones destinados a la región, el presidente Chaves no tuvo reparos en avalar el candidato propuesto por la dictadura de Ortega como Secretario General del Sistema de la integración Centroamericana (SICA).
No se trata de un voto cualquiera.
Ni de un designado cualquiera.
Pero, pareciera, el país entra en una era en la que su diplomacia se mueve al vaivén de los cofres, no de los valores supremos democráticos que han hecho de Costa Rica un modelo en el concierto internacional.
Se trata de un aval nefasto.
El presidente le otorgó su venia a un enemigo declarado del país, quien en 2010, mientras tropas nicaragüenses invadían alevosamente Isla Calero en nuestro Caribe norte, desempeñó un rol crucial de ataque a Costa Rica desde su cancillería y desde el perifoneo de la Corte Centroamericana de Justicia.
El presidente le otorgó su venia a una ficha clave del dictador.
Rechazada su candidatura en tres ocasiones, Ortega la mantuvo contra viento y marea, mientras recrudecía su ataque contra cualquier vestigio opositor en un siniestro periodo represivo –desde abril 2018–, con saldo de centenares de muertos, miles de presos políticos, millares de emigrados y de una brutal persecución contra clérigos disidentes y ONGs sospechosas.
La votación pasó por alto esa despiadada cacería que ejecuta en estas horas dicho régimen contra todo signo de oposición, de resistencia y disidencia.
Caen políticos, caen periodistas, caen empresarios, caen banqueros… caen monjas de la Caridad.
Y van por los obispos críticos, como lo evidencia el secuestro de monseñor Alvarez, 6 sacerdotes y 4 laicos en la diócesis de Matagalpa.
Nadie está a salvo hoy al otro lado de Peñas Blancas.
La votación a la que se sumó Costa Rica el jueves, más parecida a un cónclave de fantasmas, consumó, como bien lo denuncia la expresidenta Laura Chinchilla, “una claudicación” ante el desenfreno autoritario de Ortega y de sus secuaces, la cúpula del ejército, y la complicidad de poderosos empresarios.
El 26 de junio, en un histórico manifiesto, 8 expresidentes repudiaron la candidatura del protegido de Ortega e instaron a Chaves a recapacitar, conteste con una tradición diplomática tica de defensa de la democracia, la promoción, protección y respeto de los Derechos Humanos y libertades fundamentales, y la promoción de la paz y del desarme.
“Resulta evidente –advirtieron los exmandatarios– que Nicaragua está en flagrante y grosera violación de todos estos principios como lo confirman los datos sobre adquisición de armamento pesado -tanques, artillería remolcada y lanza cohetes- en los últimos años, y en abierta provocación a esas justas aspiraciones al anunciar recientemente la autorización para el ingreso de tropas a su territorio, incluyendo algunas provenientes de Rusia, misma que ha lanzado un ataque injustificado y feroz sobre el pueblo de Ucrania”
Su llamado no tuvo eco en el inquilino de Zapote.
La respuesta es una burla a la rica, pero, por lo visto, frágil tradición democrática del país.