Edgar Fonseca, editor
¿Debe la expresidenta Laura Chinchilla silenciar su firme discurso de denuncía de los desvaríos populistas, autoritarios y antidemocráticos que han fluido en los últimos meses desde Zapote?
¿A qué costo de su imagen y de su convicción política estaría dispuesta, con tal de contar con el respaldo del presidente Chaves para enrumbarse a una incierta segunda aspiración suya por la presidencia del BID?
¿Debe olvidarse de aquel vigoroso reclamo que lanzó el 13 de julio tras uno de las tantas desafortunadas manifestaciones del mandatario?
“No se enoje, señor. Ni la crítica es ataque, ni el adversario es enemigo, ni la política es guerra. No conduzca a la democracia de nuestro país al abismo en que han caído otras tantas de nuestra región. Duerma tranquilo, usted también“, lo desafió.
¿Pasará al archivo esa proclama con que plantó cara ante el gobernante?
Estas y otras interrogantes saltan tras la forzada cita en Casa Presidencial, anunciada con desgano, y teñida de reticencia a otorgarle a la exjefa de Estado el respaldo oficial que requiere para alcanzar la máxima posición en el BID.
El presidente, sin el menor recato, no se anduvo por las ramas al confirmar la cita concedida en el último espacio disponible de su agenda la noche del viernes y adelantar su negativa a apoyarla.
“No me estoy comprometiendo a apoyarla. En vista de mi calendario, la reunión con ella podría ser el viernes por la tarde, pero no estoy adelantando ningún criterio al respecto. Lo veo con reserva. Tengo que meditar mucho. No estoy seguro que lo vayamos a hacer, pues mi intención es hacer lo mejor para el bienestar de Costa Rica y no para una sola persona”, sentenció al dinamitar, de entrada, la expectativa de Chinchilla.
Desde ese momento, lo más prudente hubiese sido cancelar el encuentro.
Si, como el propio mandatario lo reconoce, no existe la mínima voluntad de considerar ese reto diplomático país entre sus prioridades de gestión, ¿qué sentido tenía departe de la exgobernante llegar a implorar su apoyo?
Queda la impresión, a pesar del maquillaje con que se le quiere cubrir, que aquella fue una cita vacía.
Por dignidad, la expresidenta debe desistir de ese apoyo.
Salvo que esté dispuesta a pagar un costo mayúsculo, para atender otro antojo presidencial.