Edgar Fonseca, editor
El primer año de esta administración será recordado por muchas razones.
Una de ellas, sin duda, ese olvido que tuvo ayer lunes 7 de noviembre, de celebrar el Día de la Democracia Costarricense.
No le mereció al presidente ni a sus más allegados la menor importancia, salvo un inadvertido spot para no pasarlo, del todo, por alto.
Los abruma, pareciera, las preocupaciones, los rifirrafes del momento: los eurobonos, el privilegiado valor fiscal de los autos para unos pocos, el inmanejable colapso vial …
Solo, desde la lejana Australia, el embajador Armando Vargas Araya tuvo el decoro patrio de no pasar por alto tan significativa fecha.
“Las democracias –- advirtió el diplomático– están amenazadas en todas partes por el autoritarismo, el populismo, la inequidad, la desconfianza y el cinismo”.
“El más reciente estudio de la Universidad de Costa Rica dice que 70 de cada 100 costarricenses apoyan fuertemente el sistema democrático del país, un aumento de 10 % desde la medición anterior”, resaltó.
“Es hora –dijo– de actualizar la vivencia de los valores democráticos a la realidad cambiante del siglo XXI. Urge imaginar una democracia revitalizada para las nuevas generaciones”.
Su solitaria proclama parece una voz en el desierto… al menos en este gobierno.
Ojalá nunca más quede sin celebrarse tan preciada efeméride.