Edgar Fonseca, editor
Protegido como un derecho fundamental por nuestra Constitución, atado a la observancia y al resguardo internacional, el ejercicio de la libertad de expresión ha hecho de Costa Rica, a lo largo de su historia, un modelo.
Salvo incidentes, que lo han empañado o afectado momentáneamente, se ha mantenido incólume por décadas.
Es parte de nuestra convivencia ciudadana institucional en la que actores sociales clave, entre ellos sus gobernantes, lo han respetado y reforzado.
Las recientes generaciones heredamos lo que visionaron y acometieron próceres como Castro Madriz.
Esa herencia, pareciera, no está garantizada, ni a salvo, cuando cerramos un año manchado por una feroz arremetida contra el ejercicio y la protección de dicho derecho desde las esferas del poder.
Nunca en recientes décadas el país había percibido la hostilidad y animadversión hacia la prensa, hacia medios de comunicación, hacia periodistas, hacia el ejercicio, en fin, de la libertad de expresión, como la vivida en los primeros seis meses de esta administración.
Perifoneada desde los contornos oficiales, particularmente desde la Casa Presidencial y por quien hoy ostenta, temporalmente, la Presidencia.
Diatribas, burlas, amenazas, en fin, una insensata conducta de agredir verbalmente, de insultar, de censurar, de cuestionar y obstaculizar a medios y periodistas, sin precedentes.
Una actitud que no se quedó en el rastrero vaivén de campaña sino que saltó, con la bendición y complicidad de no pocos, al podio presidencial.
El país ha sido testigo de uno de los capítulos más insidiosos, más vergonzosos, de embate oficial al grado de comparar a medios y comunicadores con una fauna, con ratas, en el lenguaje más soez al cual podían recurrir.
No deja de llamar la atención, por ello, el súbito homenaje presidencial a la fundadora y líder de una de las empresas sujeto de ese enfermizo ataque; una de las empresas satanizadas a lo largo de estos meses.
Teletica Canal 7 no necesita de esos repentinos reconocimientos.
Tiene reservado un sitial en el historial del país por su tenaz contribución, desde sus orígenes, al fortalecimiento del derecho a la libre expresión e información.
El gesto lo que desata son dudas sobre sus razones, su sinceridad y genuinidad.
La defensa de la libertad de expresión no descansa en reacciones propias de virajes mercadológicos de imagen.
Su defensa se cimenta en su respeto, en su cumplimiento y en su fortalecimiento.