Laureano Pérez Izquierdo/Infobae, Buenos Aires/Foto Reuters
Los griegos utilizaban el término “hubris” para referirse a la “desmesura”, lo opuesto a la sobriedad y la moderación. Se le asignaba a quien poseía el deseo de transgredir los límites impuestos por los dioses. Era, también, un concepto aplicable a aquellos que se rebelaban contra su propio destino.
Luiz Inácio Lula da Silva está empecinado en dar muestras de su permanente desmesura. Su tercer mandato está regado de transgresiones. El presidente de Brasil parece estar permanentemente enojado. Se lo nota con ganas de vengarse hasta de su propio pasado de equilibrio y moderación.
En una conferencia de prensa en el Palacio del Planalto, recibió con abrazos al dictador venezolano Nicolás Maduro. Fue el favor más grande que recibió el caudillo chavista en mucho tiempo. Hacía ocho años que no visitaba Brasil. El sucesor de Hugo Chávez no está acostumbrado a salir de su país. Teme ser detenido: sobre su cabeza pesa desde 2020 una recompensa de 15 millones de dólares. Está acusado de ser uno de los capos del Cartel de los Soles, dedicado al narcotráfico.
Lula le garantizó tranquilidad judicial y un blanqueo político internacional en Brasilia. En ese encuentro con la prensa, el histórico jefe sindical del Partido de los Trabajadores (PT) defendió a su invitado y dijo que no existía el autoritarismo en Venezuela. Llamó la atención, entre los presentes, la falta de rubor en su rostro.
Dijo que todo se trata de una “narrativa”, un invento. “Nicolás Maduro sabe muy bien la narrativa que han construido contra Venezuela. Ustedes saben la narrativa que han construido sobre el autoritarismo y la antidemocracia. Ustedes tienen como medios que deconstruir esa narrativa”, sentenció.
Lula lanzó así la campaña internacional para reinsertar a Maduro en la escena mundial.
Especial PuroPeriodismo/Infobae, Buenos Aires, Argentina