PuroPeriodismo/14ymedio, La Habana
Yoani Sánchez-Enorme, refrigerado y con sellos que delatan su andadura por los mares del mundo, así es el contenedor que ha llegado a nuestro barrio en La Habana. La alargada mole se ha convertido, en pocos días, en el centro de los rumores, las ilusiones y las críticas. “Es del dueño de una mipyme, que lo trajo para vender pollo congelado”, me dice una vecina. “También va a ofertar salchichas, refrescos y cervezas”, asegura un pensionado que vive justo frente al recipiente. “Seguro que pondrá los precios por las nubes”, especula otra anciana.
En una zona con numerosos edificios de más de 12 pisos y escasos supermercados, el contenedor, de la marca Seaco, ha sido colocado sobre la acera a escasos metros de la oficina de Inmigración y Extranjería de Factor y Final, un lugar temido por tener una cárcel para extranjeros y un centro de procesamiento para deportados. “Hay que tener mucho valor para ponerle algo así delante de la cara a ‘esta gente'”, opina uno de los jóvenes que pasa la mayor parte de sus días en el banco de un parque cercano. “Tiene que ser un alguien con palanca, un ex militar”, concluye.
En poco tiempo, todo tipo de leyendas se han tejido alrededor del depósito. Lo que se cuenta muestra mucho de las aprehensiones y las esperanzas de los cubanos con las micro, pequeñas y medianas empresas, autorizadas hace apenas un par de años. Hay quienes creen que cuando se abran las puertas de la caja ya no habrá que desplazarse hacia Centro Habana o El Vedado para poder comprar un paquete de pollo congelado. “Será caro pero al menos estará cerca”, me dice con alivio un antiguo microbrigadista que ayudó a construir nuestro bloque de concreto.
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