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Guiilermo D. Olmo, corresponsal-La primera vez que conduciendo por Lima un autobús amagó con embestirme pensé que su conductor estaba loco.
En unos días al volante comprobé que es un comportamiento habitual. Muchos han llegado a la conclusión de que el único modo de abrirse camino en la congestionada capital peruana es convencer al resto de que estás dispuesto a sacarlos de la carretera.
La lucha por la posición en el asfalto limeño puede ser tan encarnizada como la de una melé de rugby. Pero mucho más peligrosa.
Solo el año pasado murieron 124 personas y 1.322 resultaron heridas en Lima, la capital de un país al que un reciente estudio de la consultora británica “Compare the market” atribuyó tener los peores conductores del América Latina.
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