Luciano Román, La Nación, Buenos Aires
Sin garantías ni certezas, una amplia mayoría ha elegido algo distinto. ¿Un viaje a lo desconocido? ¿Un salto al vacío? Una única certeza parece dominar la escena: basta de lo mismo. Es difícil imaginar los contornos de “lo nuevo”, pero lo que perdió en esta elección es una cultura política que ha dominado los resortes de poder en buena parte de los últimos cuarenta años. Ganó una fuerza artesanal, sin experiencia en la militancia ni en la administración del Estado, sin estructura ni recursos, cuya mayor fortaleza parece ser la de haber representado la antítesis de la política tradicional y haber interpretado el hartazgo de buena parte de la sociedad.
Con el triunfo de Milei, millones de ciudadanos de a pie le han pasado la factura de un fracaso monumental al sistema de partidos. Han votado contra “los aparatos”, contra “la rosca”, contra la retórica convencional de la política. Han votado también contra la colonización del Estado y contra una gestualidad impostada con la que el poder ha encubierto sus desviaciones y privilegios. Han votado contra la falsa idea de un “Estado presente” que se expandió al mismo ritmo que se expandía su ineficacia para garantizar una economía estable, una educación de calidad, una salud accesible y un clima de seguridad.
Especial La Nación, Buenos Aires