El zafarrancho con la ministra y el mensaje de odio presidencial…

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Edgar Fonseca, editor

“Paremos la violencia o este país terminará muy mal”, clama la ministra de Educación.

Pero no pide que cese el mensaje de odio que semana a semana se propaga desde los atrios de la Casa Presidencial y tiene intoxicado a este país hace dos años.

Que cese ese discurso agresivo, de insultos, de enfrentamiento, de ataques, que la opinión pública atestigua, un día y otro, desde el podio presidencial contra cualquiera que difiera, disienta o se atraviese en las pretensiones de un efímero inquilino del poder y de su círculo íntimo.

Pasa por alto las vergonzosas andanadas de los últimos meses lanzadas desde esos atrios contra la contralora general de la República por cumplir su función y misión apegada al ordenamiento Constitucional y legal.

Según el más reciente informe del Observatorio de Medios Digitales de la Universidad Latina, la jerarca, que dignamente cumple con su responsabilidad, es víctima de un creciente odio en redes en medio de la oficiosa campaña de ataques concertada en su contra desde todos los estrados oficiales por denunciar un cuestionado referéndum.

Fue, también, desde esos atrios que se atacó con rencor a los expresidentes que con hidalguía denunciaron el denigrante calificativo presidencial de “dictadura perfecta” para la democracia más reconocida del hemisferio.

Y fue desde ese podio que se lanzó uno de los mayores exabruptos que se recuerde cuando se calificó de “sicarios” a periodistas y medios críticos e independientes.

Desde donde se acuñó el infame término de “prensa canalla” para deslegitimar el ejercicio de un derecho y una libertad fundamental.

La ministra se dice víctima del injustificado zafarrancho de unos universitarios revoltosos.

Y pinta un horizonte apocalíptico.

Pero calla ante los desmanes autoritarios que hoy tiñen los atrios que ella comparte desde los que se arremete con actitud vengativa contra el Estado de derecho, la institucionalidad, funcionarios honorables o quien estorbe en sus propósitos.

Atrios desde los que no queda títere con cabeza, según sea el amanecer.

Atrios llenos de un lenguaje de odio, venenoso, divisivo, que tiene intoxicado a este país, un gravoso caldo de cultivo de incidentes como los vividos por la ministra.

Ella no echa para su saco.

Y esquiva aludir y pedir enmienda a quien, quizá, sería un responsable mayor de la desgracia que avizora.