- Se encienden fuegos de leña por toda Cuba, no solo para salvar los alimentos sino para iluminarse y tener un lugar en torno al cual hablar.
- Sin teléfonos ni radios para informarse, lo que prima es el desahogo y el malestar.
La Habana/El preludio del apagón total fue, para Magaly, muy parecido a una película de terror. La pantalla del televisor perdió intensidad, los ventiladores empezaron a mover las aspas en cámara lenta y el protector de voltaje del refrigerador –cuya luz roja enciende las alarmas de cualquier hogar cubano– se disparó. La mujer, jubilada en Santa Clara y veterana del Período Especial, puso en marcha su “protocolo” para salvar la comida, destaca el sitio independiente 14ymedio desde La Habana.
El ambiente en las calles de la ciudad es similar a cuando se espera un huracán. Un enjambre de personas frente a cada puesto de comida, colas inmensas en las tiendas, cartas de precios que se elevan a medida que pasan las horas. “La bolsa de galletas que ayer te costaba 250 pesos hoy te la venden a 270”, asegura la mujer. “Eso, para quien se lo puede permitir, que no es todo el mundo. En las mipymes que venden comida no pudieron traer este viernes, por culpa del apagón, ni jamones ni masas de croqueta. Todo está sin abastecer y hay mucha demanda”.
Se han puesto de moda los grupos de WhatsApp de las bodegas, donde el administrador le avisa a la gente si llegaron “dos libritas de arroz” o “cualquier cosa”. “A media noche apareció un mensaje en el chat: por favor, acaba de llegar la leche fluida para niños. Sean considerados”. Magalys traduce: el bodeguero quería que fueran lo más rápido posible porque el líquido estaba a punto de echarse a perder. A las dos de la mañana, otras bodegas de Santa Clara enviaron mensajes similares a sus consumidores.
La madrugada fue dura. Niños llorando en cada barrio, los teléfonos –única fuente de evasión para muchos– sin poderse cargar y lámparas a las que se les ha agotado la batería. “Es desesperante”, dice Magaly. “Al menos la noche fue fresca”.
Meses de apagones intensos la han preparado para cualquier escenario. Sin perder tiempo, bajó del congelador media docena de pomos –verdaderos “bloques” de hielo– y los colocó en el compartimiento principal. “Así se mantiene un poco el frío, pero aunque no se abra la puerta la comida acabará por echarse a perder”, explica.
PuroPeriodismo/14ymedio, La Habana