“Todos pueden comunicar sus pensamientos de palabra o por escrito, y publicarlos sin previa censura; pero serán responsables de los abusos que cometan en el ejercicio de este derecho, en los casos y del modo que la ley establezca”. Art. 29 Constitución Política
Edgar Fonseca, editor
La censura que el embustero de Zapote y sus lacayos pretenden imponer al sagrado derecho de libre expresión, merece repudio y condena.
Las abruptas órdenes que ejecutan, solícitos, personeros de dos instituciones estatales de retirar la pauta publicitaria del programa de entretenimiento de fin de año El Chinamo y la represalia latente contra Teletica, son una grave amenaza al ejercicio irrestricto de ese derecho en cualquiera de sus manifestaciones.
Hoy son los “Chinaokes”, segmentos humorísticos cargados de burla y sátira, sobre palpitantes temas de actualidad como la inseguridad, los que caen bajo la guillotina de la censura oficial, mañana será cualquier expresión de arte que conlleve crítica desfavorable a los intereses y propósitos del gobierno de turno.
Desde una obra de teatro hasta una chispeante caricatura puede ser parte, según los censores, de actos subversivos.
Nada ni nadie estará a salvo.
Lo más peligroso es ese intento, latente en esta intempestiva decisión, de estrangular a medios de comunicación que no se amoldan, ni se arrodillan, a los designios del mandatario y sus acólitos.
Mordaza dura y pura.
Ha sido la constante, desde el día uno de esta administración, con la soez campaña de agresión del presidente a periodistas y medios críticos e independientes.
Denigrar, intentar deslegitimar, torcer el brazo con el retiro de pautas publicitarias, como lo hicieron desde el primer momento, por órdenes de Casa Presidencial, instituciones forzadas a mover programas y recursos a medios fantasmas y palparon la debacle de los rating de audiencia.
Y prostituir el ejercicio de un derecho ciudadano fundamental al abanicarse con una sarta de medios serviles y sus cotorras.
Ha sido la constante actitud de autócratas y déspotas, a la vuelta de la esquina y de la historia, ante la que la opinión pública no debe callar.