Caos, guardias de seguridad y colas kilométricas en Chamartín y Atocha Renfe para salir de Madrid tras apagón del siglo

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  • “Nos estamos mudando a Málaga con todas nuestras cosas y llevamos más de 24 horas tiradas”

PuroPeriodismo/El Mundo, Madrid/Foto DW

Una marea humana de rostros cansados, empujones desesperados y carritos de bebé atrapados entre maletas desbordadas ha colapsado este martes las estaciones de Chamartín y Atocha, convertidas en improvisados campos de espera tras el gran apagón que paralizó el país. Más de 30.000 viajeros ferroviarios, muchos de ellos atrapados desde hace más de un día, tratan de escapar de Madrid entre guardias de seguridad que custodian las escaleras mecánicas para impedir el deambular de viajeros, colas infinitas y un clima de tensión creciente, relata El Mundo de Madrid.

La península ibérica se vio sumida el lunes 28 de abril en una jornada caótica provocada por una caída eléctrica cuyas causas todavía se desconocen. Un día más tarde, la normalidad vuelve al país, aunque todavía sufriendo las consecuencias del masivo corte eléctrico, informa el sitio DW.

En las calles de Madrid, el regreso del fluido eléctrico estuvo acompañado de aplausos y gritos de alegría de los vecinos, después de un largo día sin electricidad, y en muchos casos sin internet ni teléfonos móviles. Hacia las 6:00 (hora local), el 99,16% del suministro eléctrico estaba asegurado, anunció el operador de la red REE.

Situación estable en Portugal

En Portugal, la red eléctrica está “perfectamente estabilizada”, según indicó en la mañana del martes el operador de la red, REN. En cuanto a los servicios sanitarios, la “situación está estabilizada”, los servicios ferroviarios “en funcionamiento” y no se han registrado “perturbaciones de seguridad ni de protección civil”, indicó el Ejecutivo portugués en un comunicado publicado en su cuenta de X, según DW.

“Esto es un caos”

“Esto es un caos”, resumía Raquel, llegada desde Toledo junto a su amiga Susana. “Hay un tipo de seguridad que solo deja pasar por destinos. Y, además, tienes que subir las escaleras como puedas”, relataban, mientras miraban resignadas el mar de cabezas que avanzaba a trompicones hacia el control de acceso. Entre la multitud, una mujer con una maleta y un carrito de niño pisaba a varias pasajeras: “Si no os apartáis, es vuestro problema”, soltaba ufana ante la indignación de los presentes.

En Atocha, el escenario era dantesco. Vigilantes de seguridad intentaban poner orden con escaso éxito, rodeados de viajeros que, maleta en mano, se empujaban en colas de cientos de personas. “Llevo horas esperando y no hay forma de que nos informen bien”, protestaba Carmen, venida de Barcelona, que junto a Ana María debía enlazar un tren hacia Sevilla para llegar finalmente a San Fernando, en Cádiz. “Vinimos de Barcelona y el tren ya salió con retraso. Aquí no se comunica nada. Nos tienen dando vueltas sin saber si podremos viajar hoy”.

A pocos metros, en la zona del operador privado Iryo, la escena era aún más desesperada: “Hay como 200 personas en la cola”, contaba Sara, quien junto a Nuria había llegado a Madrid por trabajo. Su tren original debía haber salido la tarde anterior. “Nuestro billete era para ayer a las 18:30. Llevamos más de 24 horas tiradas“, lamentaban, cada vez más cerca del límite. “Afortunadamente -prosiguen-, habíamos venido por trabajo y nuestra empresa nos puso un hotel”.

La angustia se palpaba en el ambiente. “Nos estamos mudando a Málaga con todas nuestras cosas y llevamos más de 24 horas aquí”, narraban Erika y Noelia, dos jóvenes argentinas atrapadas en una pesadilla logística. “Estuvimos apretadas en el tren, como sardinas. Solo nos dejaron entrar a la estación pasadas las nueve y media de la noche. No nos dieron de cenar. Solo agua…, aunque a los más viejitos les dieron unos bocadillos”.

La falta de información y la escasa comunicación por parte de las compañías -muchos viajeros se quejaban de que Renfe no informaba de nada desde las tres de la tarde- avivaban el malestar. Otras pasajeras relataban que el apagón les había salido caro: “Pagamos 180 euros por cabeza entre el taxi y las habitaciones de hotel. Tuvimos que pasar por 11 hoteles distintos hasta que encontramos cama… Y sin desayuno… Todo por culpa del apagón”, denunciaban antes de marcharse a la carrera en el tumulto, cuando el guardia de seguridad que custodiaba las escaleras del AVE cantaba su destino.

Y es que la sensación generalizada durante la mañana se resumía en una palabra: colapso.

Sin embargo, no todo eran malas caras en los alrededores de la estación. En el acceso a la calle Méndez Álvaro, una mujer repartía flyers de un negocio guardamaletas en la vecina calle Rafael de Riego a los pasajeros que entraban y salían. “Hay que estar listos porque hay mucha competencia, pero hoy está siendo un día muy bueno”, contaba su encargada.

Lo mismo sucedía en los bares de la zona, repletos de turistas y viajeros que esperaban sentados en mesas y terrazas hasta la llegada de su tren. “Tengo un Ouigo a Córdoba y me he venido aquí a esperar”, contaba Susana mientras tomaba un doble de cerveza en la arrocería Puerta de Atocha. “Todavía faltan tres horas para que salga”, proseguía, “pero después de lo de ayer es mejor venir con tiempo”.

PuroPeriodismo/El Mundo, Madrid

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