PuroPeriodismo/DW, BBC Mundo, Vatican News
Derrame cerebral, coma, colapso cardiovascular irreversible. Estas son las causas de la muerte del Papa Francisco, ocurrida a las 7.35 de esta mañana en su apartamento de la Casa Santa Marta, informa Vatican News sitio oficial.
Así lo certificó el profesor Andrea Arcangeli, director de la Dirección de Sanidad e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano, en el informe de defunción publicado esta tarde por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
El documento médico indica que el Papa tenía antecedentes de insuficiencia respiratoria aguda en neumonía bilateral multimicrobiana, bronquiectasias múltiples, hipertensión y diabetes de tipo II.
La muerte se comprobó mediante un registro electrocardiográma tanatológico. “Declaro -escribe Arcangeli- que las causas de la muerte, según mi conocimiento y conciencia, son las arriba indicadas”.
Pidió una ceremonia funeraria sencilla
Jorge Mario Bergoglio declaró en vida que deseaba una ceremonia funeraria más sencilla que las de sus antecesores, y tuvo mucho cuidado en asegurarse de que el aparato vaticano siga sus instrucciones.
Francisco rompió las tradiciones de sus predecesores también con su última voluntad. Desde hace dos años (marzo de 2023) está claro que el Papa, fallecido este lunes de Pascua (25 de abril de 2025) a la edad de 88 años, quería ser enterrado en otro lugar, y de otro modo: no en la Basílica de San Pedro y sin ninguna ceremonia que pueda parecer majestuosa, según la agencia alemana DW.
“Cuando llegue el momento, no seré enterrado en la Basílica de San Pedro, sino en Santa María la Mayor”, escribió Francisco en su autobiografía “Esperanza”, publicada en enero de 2025. El Vaticano podía ser su “último lugar de trabajo en la Tierra”, pero no su lugar de residencia para la eternidad.
Francisco detalló además que quería ser enterrado muy cerca de “la Regina della Pace”, la estatua de la virgen María a la que siempre había recurrido en busca de ayuda durante su pontificado, y que lo “había abrazado más de cien veces”. “Me han confirmado que está todo listo”, apuntó en su momento. Incluso después de sus 38 días en la Clínica Gemelli, durante los cuales la gente de todo el mundo temió por la vida de Francisco, su viaje de regreso al Vaticano tomó un desvío. El Papa quería pasar al menos unos breves instantes de oración frente a Santa María la Mayor.
Tuve la sensación de que estaba haciendo un último esfuerzo”: cómo fue el intenso Domingo de Pascua, el último día del papa Francisco
Los médicos le habían pedido que descansara, que su estado de salud aún era frágil, pero el papa Francisco mantuvo su apretada agenda hasta el último día.
Y esa última jornada no fue un domingo cualquiera, relata BBC.
El domingo de Pascua o de Resurrección es el evento más importante del calendario para los católicos, y Francisco quiso dirigirse a los fieles para felicitar la Pascua, darles la bendición “urbi et orbi” y mandar un último mensaje, religioso pero sin duda muy político, en defensa de la paz, los perseguidos y la libertad de expresión.
Incluso tuvo tiempo de reunirse con el vicepresidente de EE.UU., JD Vance.
Para un jefe de Estado y de una comunidad como la católica, con millones de fieles en todo el mundo, una jornada así de apretada es la norma.
Pero hacía tan solo un mes que Jorge Bergoglio, de 88 años, había sido dado de alta del hospital Gemelli de Roma, en el que pasó cinco semanas ingresado por una neumonía bilateral, y donde estuvo al menos en dos ocasiones al borde de la muerte.
Desde entonces, se le había visto en contadas ocasiones, siempre en silla de ruedas y con una cánula nasal que le suministraba oxígeno.
Su aparición por sorpresa el Domingo de Ramos dio esperanzas a las decenas de miles de personas que se agolpaban este Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro del Vaticano de poder ver y escuchar al pontífice.
Y Francisco apareció.
“Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua”, saludó el Papa desde el balcón de la Basílica de San Pedro a los fieles, y sus palabras arrancaron un estruendo de vítores y aplausos.
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“Renovemos nuestra esperanza y nuestra confianza en los demás, incluso en quienes son diferentes a nosotros o vienen de tierras lejanas, trayendo costumbres, formas de vida e ideas desconocidas. Porque todos somos hijos de Dios”.
Eso fueron las últimas palabras que dejó el papa Francisco en su última aparición este Domingo de Resurreción como parte del tradicional mensaje de Pascua. Lo leyó un clérigo asistente desde el balcón de la Basílica de San Pedro mientras él observaba, informa BBC Mundo.
Menos de 24 horas después, el Vaticano anunciaba su fallecimiento.
“A las 7:35 de esta mañana (hora local), el Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Dedicó toda su vida al servicio del Señor y de su Iglesia”.
“Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente a favor de los más pobres y marginados. Con inmensa gratitud por su ejemplo como verdadero discípulo del Señor Jesús, encomendamos el alma del papa Francisco al infinito amor misericordioso del Dios Uno y Trino”, dijo el Cardenal Farrell al dar la noticia.
El primer Latinoamericano elegido Papa
Argentino y de nombre secular Jorge Mario Bergoglio, Francisco fue elegido jefe de la Iglesia católica en marzo de 2013, después de que Benedicto XVI renunciara al papado.
Los fieles que se congregaron en la Plaza de San Pedro para presenciar el que fue su último servicio como cabeza de la Iglesia católica, vieron al Papa en silla de ruedas, saludando desde el balcón de la Basílica.
“No puede haber paz sin libertad religiosa, libertad de pensamiento, libertad de expresión y respeto a las opiniones de los demás”, leyó el clérigo encargado bajo la atenta mirada de Francisco.
En su último mensaje también hizo un llamado “a todos los que ocupan puestos de responsabilidad política en nuestro mundo para que no cedan a la lógica del miedo, que sólo lleva al aislamiento de los demás, sino que utilicen los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y fomentar iniciativas que promuevan el desarrollo”.
Y, tras hacer un recorrido por todos los conflictos que actualmente hay en el mundo, dijo que “la paz es posible”.
El Papa de la Misericordia
Andrea Tornielli/Vatican News
«La misericordia de Dios es nuestra liberación y nuestra felicidad. Vivimos de la misericordia y no podemos permitirnos estar sin misericordia: es el aire que respiramos. Somos demasiado pobres para poner condiciones, necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados». Si hay un mensaje que más que ningún otro caracterizó el pontificado del Papa Francisco y está destinado a permanecer, es el de la misericordia. El Papa nos ha dejado repentinamente esta mañana, después de haber dado su última bendición Urbi et Orbi el día de Pascua desde la el balcón central de la Basílica de San Pedro, y tras haber dado su última vuelta entre la multitud, para bendecir y despedirse.
Son tantos los temas abordados por el primer pontífice argentino de la historia de la Iglesia, en particular la preocupación por los pobres, la fraternidad, el cuidado de la Casa Común, el “no” firme e incondicional a la guerra. Pero el corazón de su mensaje, el que sin duda causó más impresión, fue la llamada evangélica a la misericordia. A esa cercanía y ternura de Dios hacia los necesitados de su ayuda. La misericordia como «el aire que hay que respirar», eso es lo que más necesitamos, sin la cual sería imposible vivir.
Todo el pontificado de Jorge Mario Bergoglio se vivió bajo el signo de este mensaje, que es el corazón del cristianismo. Desde el primer Ángelus, rezado el 17 de marzo de 2013 desde la ventana del apartamento pontificio que nunca habitará, Francisco habló de la centralidad de la misericordia, recordando las palabras que le dirigió una anciana que fue a confesarse con él cuando era desde hace poco obispo auxiliar de Buenos Aires: «El Señor lo perdona todo… Si el Señor no lo perdonara todo, el mundo no existiría».
El Papa que vino «del fin del mundo» no modificó las enseñanzas de la tradición cristiana bimilenaria, pero al volver a poner la misericordia de un modo renovado en el centro de su magisterio, cambió la percepción que tantos tenían de la Iglesia. Dio testimonio del rostro materno de una Iglesia que se inclina hacia los heridos y, en particular, hacia los heridos por el pecado. Una Iglesia que da el primer paso hacia el pecador, como hizo Jesús en Jericó, invitándose a sí mismo a la casa del impresentable y odiado Zaqueo, sin pedirle nada, sin condiciones previas. Y fue porque se sintió mirado y amado así por primera vez que Zaqueo se reconoció pecador, encontrando en aquella mirada del Nazareno el impulso para convertirse.
Tantas personas, hace dos mil años, se escandalizaron cuando vieron al Maestro entrar en la misma casa del publicano de Jericó. Tanta gente se escandalizó en los últimos años por los gestos de acogida y cercanía del Pontífice argentino hacia todas las categorías de personas, especialmente los «impresentables» y los pecadores. En su primera homilía en una misa con el pueblo, en la iglesia de Santa Ana en el Vaticano, Francisco dijo: «¡Cuántos de nosotros merecemos tal vez la condena! Y también sería justo. Pero Él perdona. ¿Cómo? Con la misericordia, que no borra el pecado: solo el perdón de Dios lo borra, mientras que la misericordia va más allá. Es como el cielo: miramos al cielo, tantas estrellas, pero cuando sale el sol por la mañana, con tanta luz, no se ven las estrellas. Así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura, porque Dios perdona no con un decreto, sino con una caricia».
A lo largo de los años de su pontificado, el 266º sucesor de Pedro mostró el rostro de una Iglesia cercana, capaz de dar testimonio de ternura y compasión, acogiendo y abrazando a todos, aun a costa de asumir riesgos y sin preocuparse por las reacciones de los puritanos. «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle», había escrito Francisco en Evangelii gaudium, la hoja de ruta de su pontificado, «antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades». Una Iglesia que no confía en las habilidades humanas, en el protagonismo de influencersautorreferenciales, y en las estrategias del marketing religioso, sino que se hace transparente para dar a conocer el rostro misericordioso de Aquel que la fundó y la ha hecho vivir, a pesar de todo, durante dos mil años.
Es ese rostro y ese abrazo lo que tantos han reconocido en el viejo Obispo de Roma venido desde Argentina, que comenzó su pontificado yendo a rezar por los migrantes muertos en el mar de Lampedusa, y lo terminó inmovilizado en una silla de ruedas, dedicando hasta el último momento a testimoniar al mundo el abrazo misericordioso de un Dios cercano y fiel en el amor a todas sus criaturas.